miércoles, 1 de febrero de 2023

Salsa “pesto” de rúcula, tomates secos y pistachos

Otro plagio al verdadero pesto Genovés, utilizando su misma formula pero cambiando algunos ingredientes nos dará una salsa apetitosa y sabrosa para nuestros platos de pasta.
 

Sección: Salsa, vegetariana, rendimiento: 200 g aprox., 4, preparación: 5 minutos, dificultad: fácil.
 
Ingredientes para la receta:
150 g de rúcula, 8 tomates secos en aceite, 15 g de pistachos crudos, queso rallado Parmesano, aceite de oliva el que pida, 1 diente de ajo y sal.
 
Preparación y cocinar:
Si los tomates secos no están en aceite, hidratarlos en agua unos 15 a 30 minutos y escurrir bien.
Pelar el ajo picarlo muy fino con una prensa o aplastador.
Quitar la cascara y piel a los pistachos, meterlo en la batidora y picarlos hasta que sean trocitos pequeños.
Meter los tomates, rúcula, ajo y sal en la batidora con los pistacos.
Añadir un poco de aceite y triturar hasta conseguir una salsa medio densa, añadiendo más aceite si lo pide.
Finalmente incorporar el queso y trituras hasta que se mezcle bien.
Si no la utilizamos al momento ponerla en tarro de cristal y cubrir con aceite, meter en la nevera.

La historia de la rúcula tiene orígenes ancestrales, de hecho, esta planta herbácea ya existía en la época del pueblo romano, quienes la utilizaban para darle un sabor más aromático a los platos que servían y degustaban y, además, creían que la rúcula podía también ser una sustancia afrodisíaca. Hoy en día es usada en muchos platos, ensaladas, salsa etc.

El pistacho (del griego Pistàkion) es una planta originaria de la cuenca mediterránea (Persia, Turquía), cultivada por sus semillas, utilizada para consumo directo, en repostería y para dar sabor a embutidos. Era conocido y cultivado por los antiguos judíos y ya entonces se consideraba un fruto precioso. Por curiosidad cronológica encontramos la palabra "pistacho" por primera vez en el Antiguo Testamento, más tarde en Génesis. Los romanos lo descubrieron en Siria y lo introdujeron en los países del Imperio de Occidente, incluida la Península Ibérica, pero fueron los árabes quienes, enamorados de sus verdes y deliciosos frutos, perfeccionaron e intensificaron el cultivo del árbol del pistacho, al que en sus inicios llamaron Alfóncigo. Los árabes elaboraron numerosas recetas con pistachos y refinadas creaciones culinarias, especialmente machacados y espolvoreados sobre platos de carne.



 

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